Jorge González Camarena, 1961

La Patria, Jorge González Camarena, 1961. Icono de los libros de texto gratuito.

De tiempo atrás ha sido la pregunta de quienes nos hemos dedicado a enseñar historia y que ha sido punto de debate. Este debate se ha incrementado con la inclusión del Enfoque basado en Competencias (EbC) en la Reforma de Educación Secundaria pues una de las implicaciones de este enfoque es la movilización de los saberes o conocimientos en situaciones complejas que lleven al desarrollo de habilidades. Los críticos al enfoque argumentan que con esta propuesta «se rechazan los conocimientos estructurados, ordenados, sistemáticos» para darle prioridad a una serie de habilidades técnicas o de ejecución que son buscadas en el ámbito laboral que el mercado neoliberal necesita (Hirtt, 2010, 18-19).

Si bien es discutible el enfoque por mucho y válidos motivos, lo que sí creo rescatable del Enfoque es que nos lleva a preguntarnos «¿en qué circunstancias podrán aplicar este conocimiento?» Desde tiempo atrás he cuestionado el enciclopedismo de los planes de estudio y su carga tan desmesurada de contenidos como lo fueron en su momento los planes de 1992; ahora, me parece interesante la propuesta de la RES -con sus debidas reservas- pero lo que critico es su pretención de abordar ejes temáticos con tan poco tiempo, o sea, salió casi lo mismo. Por lo tanto, estoy cierto que los docentes tenemos la responsabilidad de seguirnos preguntando «¿Esto para qué…?» aún cuando la H. SEP proponga ideas maravillosas o utópicas.

De hecho, el caso mexicano no es el único. Robert Marzano y John Kendall analizaron los estándares y planes de estudio equivalentes a los de la enseñanza básica nacional y encontraron lo siguiente:

…[se analizaron] 160 reglamentos nacionales y estatales de estándares de contenido arrojó un total  de 255 estándares y 3968 puntos de referencia de lo que los alumnos deberían saber y hacer en las diversas materias. Los investigadores calcularon que si se asignaran 30 minutos de enseñanza para punto de referencia identificado [equivalente a los propósitos y aprendizajes esperados de nuestros planes SEP] (y muchos requieren bastante más tiempo para ser enseñados y aprendidos), los alumnos necesitarían 15, 465 horas adicionales (unos nueve años escolares más) para aprenderlos todos. Estas ambiciosas demandas de contenido pueden resultar abrumadoras para los docentes que procuran enseñar y evaluar» (Tmlinson y Mc Tighe, 2007, p. 46). 

Sí creo que el conocimiento histórico que pretendemos desarrollar en los alumnos debe ser aplicado a otras circunstancias, debe utilizarse para lo que tanto pregonamos: entender nuestro presente y tener elementos para transformar nuestro futuro. Recuerdo que este era uno de los temas que tanto discutiamos en nuestras clases de Didáctica de la Historia pero creo que siempre nos faltó el explorar los cómos.

Desde mi perspectiva, creo que la pregunta que titula este post debe contestarse con un «ambos». El disosciar uno de otro elemento es un absurdo y es marginar a la enseñanza de la historia ya como un cúmulo de conocimientos interesantes que explican solo el pasado por el pasado o, desde el otro extremo, en un simple activismo que entretiene pero que no permite aprender.

Para cerrar, me quedo con las siguientes reflexiones: por un lado nos quejamos de que los alumnos no tienen espíritu crítico ¿les hemos enseñado a desarrollarlo o les aventamos el rollo de que deberían tenerlo? Les criticamos que no tienen los conocimientos básicos de historia ¿les ayudamos a que los exploren? Les decimos que el estudio de la historia es necesario para entender el presente ¿les proporcionamos las herramientas para que lo hagan?

Saludos desde el ciberespacio…